La gran aventura de Miles Davis y Teo Macero
Un libro desmenuza los misterios de Bitches Brew, el revolucionario doble elepé publicado hace 40 años
En 2010 se cumplieron los 40 años de la publicación del doble elepé que rompió el libro de instrucciones sobre cómo grabar jazz y que expandió los horizontes de la música popular. Sony ha sacado una versión ampliada del Bitches Brew, un doble CD con piezas extra y un DVD registrado en 1969 en Copenhague. Hay una caja de lujo que añade abundantes complementos visuales, el prensaje en vinilo y un feroz concierto de 1970, con Miles en ebullición en un festival de rock.
Sin embargo, la novedad esencial podría ser Bitches Brew. Génesis de la obra maestra de Miles Davis, denso libro que desentraña los enigmas de una obra tan influyente como evasiva. Dos expertos italianos, el músico Enrico Merlin y el profesor Veniero Rizzardi, han accedido a las cintas originales y la inmensa documentación propia de una discográfica burocrática como Columbia. Generosamente ilustrado, nos hace olvidar que no hubo fotógrafo durante las nueve horas de grabación. Y nos sitúa en aquella caldera que fue el Estudio B, en la Calle 52 neoyorquina, en las mañanas del 19 al 21 de agosto de 1969.
En verdad, Merlin y Rizzardi se concentran en el periodo que va desde finales de 1968 hasta bien entrado 1970. Existía un desfase entre lo que hacía Miles y lo que publicaba Columbia: cuando se gestó Bitches Brew, todavía no estaba disponible In a silent way, que anticipaba su tímbrica electrónica y las audacias técnicas del productor Teo Macero. Hasta entonces, el jazz vivía bajo el mito de la espontaneidad: los discos solo aspiraban a documentar un momento en el estudio, en el escenario.
Con la complicidad del artista, Macero decidió que el proceso de posproducción le permitía ejercer de compositor omnipotente. Cortaba y pegaba, eliminaba o repetía fragmentos, trataba sonidos capturados en bobinas de ocho pistas. Reconstruía lo grabado, labor que potenciaba los frutos del "vuelo sin motor" de Miles, que juntaba equipos extensos de instrumentistas sin ensayos ni planificación. El método ("directions in music by Miles Davis") le justificaba atribuirse la autoría de todo lo creado, aunque Joe Zawinul y Wayne Shorter consiguieron firmar, respectivamente, Pharaoh's dance y Sanctuary.
Aviso: las extensas páginas y detallados gráficos que explican las metamorfosis de cada corte requieren la escucha simultánea del material sonoro. No teman: prescindiendo de ejercicios musicológicos, el tomo también traza un retrato reverencial del trompetista en tiempos de convulsión social. Asombra que su antipatía por Blood Sweat & Tears ("blanquitos que explotan los hallazgos del soul y el jazz") no le impidiera citar su Spinnin' wheel en el corte principal.
Entristece que el reconocimiento a Betty Davis, responsable de modernizarle en look y aproximarle al rock o el funk, se acabara cuando se separaron: se ha rescatado todo lo grabado en aquellos días... excepto los cinco temas donde Betty canta. Divierten los conflictos económicos con Columbia. Sin olvidar que Miles vivía peligrosamente: fue tiroteado en 1969 y volvía a visitar las comisarías por asuntos de sustancias ilegales. Sus años setenta iban a ser aterradores.
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