Flanqueado por tres guardias, Baker entró con paso confiado, con las mejillas sonrosadas y aspecto saludable. Llevaba pantalones grises de franela, una chaqueta beige, camisa blanca, corbata estrecha y esposas, y tambiñen el sonrió a las cámaras. Dentro del tribunal , actuó en el local más lleno que había visto en Italia. Aficionados al jazz, músicos, estudiantes, jubilados y periodistas de todo el mundo abarrotaban los bancos; fuera había gente subida a escaleras y mirando por las ventanas. Los paparazzi, habiéndoseles prohibido la entrada a la sala, ocupaban balcones cercanos y apuntaban cámaras con zoom a las ventanas abiertas.
Oriana Fallaci escribió una apasionada defensa de Baker en L'Europeo, el equivalente italiano a la revista Time, declarando que había sido condenado por un gobierno que nunca había oído hablar de Louis Armstrong ni de Charlie Parker, y mucho menos del mejor trompetista blanco del mundo. A las autoridades, decía Fallaci, no les importaba si este genio "volvía a las drogas o ladraba como un perro o dejaba de tocar esa trompeta que a veces suena como un himno a Dios.
Chet Baker fue declarado culpable de contrabando de drogas y falsificación, pero absuelto dela acusación de robo. Los jueces le sentenciaron a un año, siete meses y iez días de cárcel, más una multa de 140.000 liras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario