martes, 23 de agosto de 2011

Chet Baker (Deep in a Dream) Octava parte

En escena, Baker se envolvía en un capullo: los ojos cerrados, la cabeza y los hombros caídos, totalmente distanciado del público, cuya presencia apenas advertía. Solo la más dolorosa y fugaz sonrisa cruzaba sus labios alguna vez, cuando entraba en algún nebuloso lugar de su interior. Habiendo recuperado el dominio que perdió junto con sus dientes, había dado un  nuevo salto adelante. para ser alguien que fumaba muchísimo, podía hilar las más suaves hebras de melodía con un control fantástico.
Como siempre, sabía que menos es más. "Utilizaba el espacio de un modo genial -dijo el pianista Phil Markowitz, que tocó con él a finales de los setenta-. En una pieza de Mozart, si quitas una nota destruyes la frase. Con Chet pasaba lo mismo. Así de conciso y claro era lo que tocaba"- Lo más importante, según Rassinfosse, fue que "me enseñó en qué consiste la música: en expresar emoción". Los europeos veían a Baker como un poeta viejo y sabio, que reflexionaba sobre la vida por medio de su trompeta. Ël, reconfortado por su adoración, veía menos motivos que nunca para volver a casa.

2 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Menos es más. ¡Este tipo era zen!

Anónimo dijo...

O no podía con el alma...