Justo al doblar la esquina del Club Alabam, en Vernon Avenue se encontraba el Ritz Club. El local estaba en la trastienda de un comercio en desuso, trastienda a la que se accedía cruzando unas cortinas que había en la puerta. Uno se traía sus propias bebidas alcohólicas, pues allí servían platos de comida y refrescos para mezclar con el licor. La música empezaba a las dos de la noche y se prolongaba durante la madrugada entera. La gente iba allí a participar en las jam sessions: Jimmy Blanton, quizá el mejor contrabajista de todos los tiempos; Art Tatum también se dejaba caer por allí; Louis Armstrong, Ben Webster, Coleman Hawkins, Roy Eldridge, Johnny Hodges, Lester Young....Es fácil imaginar lo emocionante que resultaba estar en el mismo local con todo aquel personal. Tenía por costumbre merodear por allí y acercarme después de tocar en el Alabam, para improvisar con ellos. Los propietarios del Ritz con el tiempo decidieron contar con un grupo de la casa en el escenario, para que en el club hubiera música a todas horas, y me contrataron. Fue entonces cuando empecé a fumar marihuana; a esas alturas ya bebía y tomaba pastillas todas las noches.
Me movía con Dexter Gordon. Fumábamos hierba y tomábamos pastillas de dexedrina. Por aquel entonces había unos inhaladores que llevaban pegados unas papelinas amarillas marcadas con la palabra "veneno", y teníamos la costumbre de meternos esas papelinas en la boca, por encima de los dientes. Te daban un subidón de mil demonios; sentías hormigueos en el cuero cabelludo y te estremecías por todo el cuerpo, hasta que el efecto se concentraba en tu cabeza y empezaba a irradiar desde allí. Sentías como si tu cabeza fuera a salir volando.
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