Cuando ingresas en la cárcel del condado de Los Ángeles, te encierran una jaula con malla de alambre en la puerta y tienes que esperar mientras escriben a máquina un montón de papeles. Estás ahí tirado o sentado y, por fin, cuando varios de los detenidos están listos, los guardas te van llamando por tu nombre, y pasas a otra sección donde te toman las huellas dactilares. Te toman la huella de cada dedo y la de la mano entera, y luego te fotografían. Entonces vuelves a esperar, pero ya no hay sitio para sentarse. estás tumbado en el suelo de hormigón, y la gente está fatal: los hay que están vomitando. Yo ya me sentía fatal antes de que me detuvieran; me sentía fatal cuando fui a empeñar el saxo; así que me sentía morir mientras estaba esperando. Y pasaron treinta y seis horas hasta que terminaron de formalizar mi ingreso en la cárcel.
La agonía del síndrome es imposible de describir. La cosa no es como en las películas tipo El hombre del brazo de oro ni como cuentan en la prensa: los yonquis que chillan y se dan cabezazos contra la pared, están dispuestos a vender a sus propias madres y cortarse el cuello para terminar de una vez con el sufrimiento. Todo eso es una ridiculez. El trance es horrible, pero todo pasa en silencio. Simplemente estás tumbado y sufres. Tienes escalofríos, y te duelen los huesos; te duelen las venas; tienes dolores por todo el cuerpo. Si te mojas, tienes la impresión de que el agua te está quemando la piel, y en la boca sientes un regusto asqueroso, y todos los olores son horribles y huelen multiplicados por mil.La gente apesta, a sudor, a pies sucios, a mugre y porquería. Pero lo que no haces es ponerte a chillar:"¡Podéis matar a mi madre, a mi padre, pasadme un chute y haré lo que queráis!" Todo es es grotesco.
Caes en una depresión indescriptible y no puedes dormir. Dependiendo de lo enganchado que estés, te pasas tres semanas o un mes sin dormir, excepto algunos momentos en los que acabas por perder el conocimiento. Te pasas el rato moviendo y sacudiendo las piernas para librarte del dolor en las articulaciones, y de pronto pierdes conciencia y empiezas a soñar que estás en otro lugar tratando de comprar una postura. Pillas el caballo y la chuta, y te pinchas en la vena, pero la chuta entonces se obtura, o el caballo se escapa por una fisura en la goma de la chuta o alguien en ese momento aparece sin más, te fastidia el plan, y nunca llegas a pincharte.
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