viernes, 15 de mayo de 2015

El estraperlo y el jazz en España

El estraperlista va a la Boîte



En la reapertura de los locales de diversión tuvo mucho que ver el floreciente negocio del estraperlo. Echando mano de la mayor ostentación, los estraperlista gastaban sus fortunas a espuertas en boîtes, bailes, casinos y salones de las confiterías céntricas. Para el aficionado sin posibles, por su parte, el salón de té era una bicoca: al coste de una consumición mínima, podía pasarse horas escuchando a su orquesta favorita.
La proliferación y boato de las boîtes constituye uno de los fenómenos más curiosos de estos años. "Muchas de ellas eran… incluso enfocadas con la óptica actual, (…) suntuosas y abrumadoramente espectaculares". En forma sincronizada, los músicos de fama regresaron de los frentes entre la mayor expectación, se organizaron las mejores orquestas de la época precedente y se crearon otras nuevas.
Tenían las boîtes, llamadas ahora salas de fiesta, un funcionamiento, prácticamente el mismo todas ellas. Eran salón de té por la tarde, y de noche, refugio de la golfería. Su categoría se medía por la untuosidad los espejos, mármoles, fuentes y la inevitable alfombra de Damasco a la entrada.
Contaban con una orquesta titular que tocaba los números de moda, entre los que no podía faltar Lamberth Walk y Todo va bien, Señora Baronesa, título al que se saco un doble sentido en consonancia con los tiempos de penuria en los que apenas si había cosa que funcionará como Dios manda. Tampoco podía faltar el elenco de señoritas amparadas en la penumbra del petromax -ingenio que suplió a los generadores de fluido en época de restricciones-, con las que, tras abonar el número requerido de copas, se acababa en un meublé.
En la barcelonesa plaza de Cataluña radicaba la más lujosa de todas las boîtes, Rigat, cita obligada para el naranjero valenciano en visita de negocios, el tratante de ganado y el presidente de Diputación con ganas de apañarse el cuerpo. No le faltaba de nada, desde la tertulia a media tarde, al imprescindible cuerpo de señoritas de alterne, incluyendo un servicio permanente de peluquería para caballeros. En cuanto a la música, y aún con sus apuntes jazzísticos -incluyendo la presentación durante algunas semanas del saxofonista norteamericano Don Byas-, su programación era de las más conservadoras.
En Saratoga se anunciaban sesiones vespertinas de swing a sweet animadas por el pianista Pere Masmitjá. Otros locales de renombre fueron el Novedades, Lamoga, Río, Emporium y El Cortijo;  La Rosaleda, té de moda donde solía actuar Bernard Hilda; Bolero, en La Rambla, con la Orquesta Riviera, y las parrillas del Ritz y el Windsor Palace. Al cambio de década, su número superaba la veintena.

Chema García Martínez - Del fox-trot al jazz flamenco

4 comentarios:

carlos perrotti dijo...

Flor de escritor este Chema que me revelaste.

Don Byas, un gran olvidado por mí. Perdón.

Juan Nadie dijo...

Interesante texto histórico de Chema G. Martínez.
A Don Byas habrá que escucharlo algo más, que discos hay.

marian dijo...

"Eran salón de té por la tarde, y de noche, refugio de la golfería." Eso es adaptarse estupendamente a las circunstancias...

"Perdido" es uno de mis primeros recuerdos musicales.

Sirgatopardo dijo...

Impagables textos de Chema, tras laboriosa investigación.