"Yo soy Desiderio, nunca triste, siempre contento", era su frase preferida en un primitivo español aprendido durante su juventud en Los Ángeles.
La pronunciaba lentamente, extendiendo sus larguísimos brazos y acercando sus manazas mientras clavaba sus penetrantes ojos azules y sonreía con la sonrisa del que ya lo ha vivido casi todo. El gigantón californiano inclinaba la cabeza y ofrecía su viejo y ajado saxo tenor en señal de sumisión. Sumisión a un público y a una música a los que había entregado toda su vida, desde los momentos más felices a los más dramáticos.
Dexter Gordon no sólo ha sido uno de los músicos más importantes del jazz de todos los tiempos, un saxofonista que ha jugado un papel indiscutible en toda la evolución de la música negro-americana contemporánea. Dexter Gordon ha sido bastante más que eso, el hombre que mejor ha trascendido las barreras de la música para presentar el lado humano del jazz, de todo músico de jazz. Su papel de Dale Arden en la película Round midnight (Alrededor de la medianoche),del francés Bertrand Tavernier, ha pasado ya a los anales cinematográficos como un alarde de sinceridad ante la pantalla. Dale no era Dexter ni Dester era Dale, pero se parecían como dos gotas de agua. Round midnight quedará como el mejor documento filmado sobre el jazz, el más profundo y el más honesto, y una gran parte de esa honestidad se deberá, sin duda, a la presencia de Gordon. Un Gordon que llegaba al cine tras casi 50 años de vida profesional en el jazz.
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